Fin del tercer acto (Ton)
Se miraron, como lo hacían cada tarde, eso les pareció al principio, pero él pronto se dio cuenta de que no era una mirada más.Todo empezó hace unos años, en la facultad, lo cierto es que nunca se habían gustado de verdad, objetivamente tenían razones para gustarse, puede que incluso para quererse. Ella tan alta, tan pálida y delgada, tan deseada por todos, tan difícil, de fragilidad solo aparente e inteligencia indudable; el inteligente, intelectual, incluso, rubio, de pelo cuidadosamente descuidado, fuerte, y brusco de movimientos y en la oratoria, dicha brusquedad fue adquirida con los años y las vivencias y al principio era evidente que se trataba de una artimaña, de un escondite para su falta de personalidad, pero con los años, esa pose gano fuerza y convicción a partes iguales.
No fue el destino el que los unió, puede que fueran los cafés entre rato y rato de estudio, pero tampoco es seguro, lo cierto es que no se llevan del todo bien, pero se soportan, no comparten aficiones y ni siquiera ven el mundo igual, pero ambos comparten una necesidad que les obsesiona, la de ser felices; es por ello que después de leer mucho, ver muchas películas y escuchar muchas canciones de amor, entendieron (cada uno por su lado) que eso necesitaban sentir, lo necesitaban decir, lo necesitaban oler, lo necesitaban ser, en suma. Es por ello que montaron su ficción, cuidada paso a paso, abrazo a abrazo, beso a beso, te quiero a te quiero, crearon una obra teatral de la que eran únicos protagonistas y a la que estaban condenados a jugar porque quererse no era lo importante, lo importante es que necesitaban quererse para poder ser felices, aunque ninguno de los dos sería jamás capaz de confesarlo por más que los torturaran, y de hecho lo hacía, se lo hacían el uno al otro, se torturaban palabra a palabra, gesto a gesto, paso a paso, porque puedes pretender a los demás, pero no puedes engañarte a ti mismo.
Fue entonces cuando el tomo fuerza, cogió aire como para convencerse a si mismo de lo que iba a decir, lo que necesitaba decir para que definitivamente baje el telón. Cogió aire, lleno sus pulmones, incluso aguanto la mirada un segundo, le dijo “cielo…” y se dispuso a ser sincero por primera y última vez, pero la imagen de su infelicidad golpeó su sien y su estomago, suspiró una vez más, bajo la mirada y siguió con un “te necesito”.
No se si tiene demasiado sentido, tengo que salir y no me ha dado tiempo a releerlo.
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