Frío y calor 1 (B.Caamaño)

Mientras subías aquellas escaleras que esa mañana parecían más grandes que nunca, un sentimiento extraño se apoderó de mi. Me dejó inmóvil, sin poder reaccionar a tu gesto de despedida, de despedida, de despedida. Lo único que se es que nuestra mirada aquel día fue más cómplice que nunca. Las lágrimas que la noche anterior se habían quedado en la copa de whisky y en las caladas de un porro mal liado, esas lágrimas se hacían eco de nuestra fortaleza. Lágrimas reflejo de una vida juntas que en ese momento, más que nunca, ahogaban mi respiración en un intento por ser la niña fuerte que de vez en cuando, salía de mi interior. Como ejerciendo de hermana mayor, ya sabes.
Se que las cosas sin ti no hubiesen sido iguales, ni parecidas. Ya sabes que pienso que cada uno de nosotros tiene su destino marcado desde que nace. Contra él hay muy poco que hacer; puedes girar a la derecha, a la izquierda, echar a correr o ir a pasitos cortos pero lo cierto es que por muchos giros que le des, el núcleo de todo permanece inamovible. Inamovible. Inamovible.
Soy lo que soy en gran medida por ti y viveceversa. Y porque en esa parte no existe imperfección. Es nuestra y como tal, en esta partida las cartas sólo las barajamos tú y yo.
No se lo que sentí cuando el tren comenzó a moverse. En el ambiente había frio, y calor. Recuerdo que justo antes de alejarte de mi abrazo, un clima asfixiante se apoderó de mi y me hacía sudar. Sudar mucho. Al mismo tiempo un aire frío me echaba el pelo hacia los ojos y no me dejaba ver. Por un momento me enfadé. Me enfadé mucho, mucho más porque en el asiento de al lado llevabas a un chico mono que no te dejaba de observar mientras colocabas torpemente la bolsa de mano sobre vuestras cabezas. Era el mismo chico mono al que le "pitábamos" con el coche al pasar (sí, sólo cuando yo conducía); ese mismo con el que pronunciábamos torpes palabras en italiano o incluso aquel que hizo que me describieses como tan sólo tú sabes hacerlo, tu primer beso.
(...)
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Besines