"Un hombre mal vestido es un bulto sospechoso" Arturo .Fdez (B.Caamaño)

Reconozco que desde pequeña he sentido una admiración especial por el Señor Arturo Fernández; y ya no porque se trate de esa clase de hombres que te abren la puerta del coche para que entres o que espera a que te sientes a la mesa para ponerse a comer, tampoco porque a sus "taitantos" el hombre esté de muy buen ver, sino porque principalmente, encima de un escenario, es único en su especie. Y ningún escenario mejor, que el del teatro.
Dejando mis debilidades a un lado, quiero manifestar un pequeño malestar general que se ha apoderado de mi desde la noche de ayer. Y esto a cuento de lo anterior; una se fue a ver al Señor al teatro. Como ya viene siendo habitual, se repite la misma escena. Sentada en mi butaca no pienso demasiado en la posición que el teatro viene a desempeñar actualemente en esta sociedad (y esto independientemente de que la obra sea mejor o peor) pero sí lo hace a la salida. Hasta aquí todo bien; es bueno reflexionar/meditar cada día y más ahora que me estoy empezando a interesar por el budismo tibetiano. El problema surje cuando esta reflexión se transforma en costumbre y se apodera de mi cada vez que salgo del teatro.
No entiendo como me hacen pagar 6 euros (1000 de las antiguas ptas -dato importante) por ir a ver una película en donde por encima, no me regalan las palomitas y 12 por ir a ver a 3 ACTORES dando el callo y sudando la gota gorda durante 2 horas. Obviamente, una es consciente de los gastos que tiene la puesta en escena de una y otra y asimismo, de su repercusión mediática pero vaya, que sigue siendo injusto. Mira que he visto películas en el cine en mi corta edad pero puedo decir que no recuerdo la primera que haya logrado despertar en mi semejante interés como para estar la hora y media (y esto ya con suerte) que dura la misma concentrada, entusiasmada con lo que estoy viendo.
Por el contrario, sí lo hizo anoche Arturo Fernández pero bien podía haberlo hecho otro. Es más, creo que cualquier actor de teatro, por humilde que éste sea, cualquier montaje teatral me llevaría a sentir lo mismo. Y esto porque el teatro tiene una especia de magia que no la tiene la pantalla, por muy grande y plana que esta sea. Magia que hace que el auditorio vibre con los aplausos al terminar la función. Magia... se baja el telón.
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Vicente -